Artículo #8 de la serie:
GUSTAVO MIRABAL EN VENEZUELA
Preámbulo para una noche de fiesta en el campo
En esta oportunidad contaremos una historia que los incrédulos dicen que es mentira, pero quienes creen en las historias de aparecidos y aparecidas, la escuchan con mucho respeto y toman las precauciones necesarias, porque uno no sabe con lo que se puede encontrar por esos montes de Dios y más si se trata de caballos con ojos que relampaguean como centellas cuando se van de farra en la madrugada.
Bueno, ahora les contaremos lo que les sucedió a estos dos amigos que lo único que querían era disfrutar de una fiesta en el campo un sábado por la noche.
Todo llamaba a fiesta y jolgorio por la noche
Alí Rubén era un joven muy bien parecido. Le encantaba cabalgar con sus caballos y salir de parranda cada vez que podía. Las muchachas de Jají, su pueblo natal, se desvivían por él, por ser sus compañeras en los bailes.
Al joven Alí Rubén, como a la mayoría de los jóvenes, le gustaba irse de fiesta con sus amigos. Una noche de un sábado hizo un plan con José Augusto, su compañero de farra y de cabalgatas por los campos y potreros del estado Mérida. Supuestamente habían conocido a una muchacha muy bonita que los acompañaría esa noche a la fiesta que habían organizado en la finca de la familia Vielma.
Ensillaron los caballos para irse de fiesta y esperaron a la muchacha bonita
-Ya sabes José Augusto. Te espero a las ocho en el potrero, donde siempre. Yo voy a tener los caballos ensillados y todo listo para irnos a la fiesta.
Y efectivamente, se encontraron a las ocho en punto de la noche para esperar a la muchacha bonita. Pasó una hora y la muchacha no llegó. Acordaron esperarla un poco más; pero en vista que pasaba el tiempo y la muchacha no llegaba, decidieron entonces emprender el viaje solos.
Inesperadamente, escucharon una voz que no reconocían…
Ya tenían como diez minutos galopando, rumbo a la finca, cuando de pronto escucharon una voz de mujer que los llamaba:
-¡¡ Alí Rubén!! ¡¡ José Augusto!!
Ellos voltearon; sin embargo no vieron a nadie. Se asustaron un poco, pero siguieron galopando por esos campos de los alrededores de Jají, camino a la finca, para disfrutar su fiesta.
Recordaron algo que les habían dicho sus abuelos y sus tíos, que cuando uno va por el monte galopando en una noche oscura, si uno va solo y escucha alguna voz que lo llama, uno no debe mirar para atrás, pues eso puede ser peligroso, puede tratarse de una aparición. Ambos comentaron el asunto, pero al final se reían y hacían comentarios jocosos…
– ¿Aparición Alí Rubén? No hombre, ojalá a mí se me apareciera esa muchacha tan bonita.
-Verdad José Augusto. Ya quisiera yo que se me apareciera esa muchacha; con ese cuerpo tan esbelto y con esos ojos verdes tan grandes y tan bellos. ¡Cómo me alegraría yo con una aparición así ¡…Yo le diría “Bienvenida Bella Dama Aparecida”.
Camino a la fiesta y la voz que no cesaba de llamarlos…
Seguían galopando en la Noche oscura. Llevaban un pequeño mechurrio para alumbrar el camino. De pronto el viento comenzó a soplar más y más fuerte y nuevamente volvieron a escuchar a lo lejos, la voz de la mujer, que esta vez los llamaba con mayor intensidad y más seguido:
¡¡ Alí Rubén. José Augusto!!
¡¡ Alí Rubén. José Augusto!!
– Parece que está cerca. Llenémonos de coraje, contemos hasta tres y volteamos.
– ¡Bu…Bueno. Está Bien. ¡Uno Dos y Tres!…
Y la hermosa mujer apareció a caballo…
Pero entérense de lo que ocurrió… Cuando miraron para atrás, vieron a lo lejos a la hermosa muchacha galopando en un enorme caballo blanco. A pesar de la oscuridad, podían distinguirlos muy bien. Pero a medida que se acercaban a donde ellos estaban, se veían cada vez un poco más y más grandes, y más grandes… Eran una mujer y un caballo gigantes.
Los ojos verdes de la muchacha estaban totalmente enrojecidos y los ojos del caballo parecían unos rayos de tormenta. Alí Rubén y José Augusto, ya habían perdido el color y les quedaba un pequeño hilo de voz para comunicarse entre ellos:
– ¿Tú estás viendo lo mismo que yo?
– Yo no sé qué estás viendo tú. Pero lo que yo estoy viendo es muy feo. ¡Vámonos rápido de aquí!…
Caballos y amigos salieron espantados
Los caballos y sus compañeros de parranda, también se asustaron mucho y salieron espantados y se perdieron en el potrero. Corrieron tanto que los caballos se cansaron y no quisieron continuar. Ambos se bajaron de su respectivo caballo. Estaban titiritando del susto y del frío. No paraban de temblar. Era tal el terror que ambos tenían, que decidieron amarrarse juntos a la pata de un árbol en uno de los potreros del camino. Allí permanecieron hasta el amanecer. Cuando salió el sol se dieron cuenta que hasta los caballos los habían abandonado.
El camino de regreso y sin caballos…
Tuvieron que emprender el camino de regreso caminando y cuando Alí Rubén llegó a la casa, la abuela Mamita Mercedes, como era de esperarse, estaba sumamente preocupada y también muy disgustada. Después de escuchar todo el cuento de Alí Rubén le dio gracias a Dios, porque no le había pasado nada ni a él, ni a su amigo José Augusto; pero lo reprendió fuertemente.
Y la abuela los apremió con una sentencia
Les dijo entre otras cosas: “… ¡el diablo se los puede llevar un día de estos, si siguen inventando fiestas a media noche por ahí… por los potreros…!! Hijos tenga temor de Dios; miren que en los campos de este pueblo han pasado muchas cosas. Son muchos los que se han perdido por aquí, en los campos, por estos potrero de Jají.”
Entre espantos y aparecidos, siempre hay una verdad galopando tras las leyendas de camino.
Los abuelos y las abuelas dicen que no se pueden hacer oídos sordos cuando los mayores advierten a los más jóvenes sobre los peligros que se corren en los campos y en las sabanas solitarias, igual que en las carreteras.
Hay mucha gente temeraria que le encanta inventar y andar por ahí en la noche, tomándose tragos y parrandeando, sin medir las situaciones a las que se exponen.
Así que cuidadito pues, no se les vaya aparecer un personaje como la mujer bonita de ojos verdes y muy grandes o como el caballo gigantesco que tenía mirada de centella. En esta historia, hasta sus congéneres los caballos salieron espantados ante semejante aparición.
Hasta los caballos podrían abandonarnos en una situación así…
Ciertamente, deberíamos temer más a los vivos que a las apariciones, pero uno nunca sabe con lo que se puede encontrar por los caminos y los montes que recorre en la vida, sobre todo si tenemos alma de aventureros.
Y fíjense, en este relato hasta los caballos fieles y honestos con los humanos, fueron arropados por el susto y, salieron corriendo y al galope, dejaron solos y abandonados a sus propios dueños. No. Es que si a ver vamos, hasta los caballos podrían fallarnos en un momento determinado. En fin…
Bibliografía consultada:
https://www.gustavomirabal.es/gustavo-mirabal/el-verdadero-gustavo-mirabal-castro/
https://www.gustavomirabal.es/uncategorized/gustavo-mirabal-en-el-mundo-ecuestre/
https://www.gustavomirabal.es/equitacion/el-hipismo-en-venezuela-tiene-nombres/
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www.méridapreciosa.com/cultulra/palabreo_luz_caraballo.htm. En caché.
Vila, M.A. (1953) Aspectos Geográficos del Estado Mérida. Caracas. Corporación Venezolana de Fomento-Ministerio de Educación. Dirección de Cultura y Bellas Artes.