Monólogo para el caballo de Don Quijote de la Mancha
Un día de estos me decidiré a hablar con Don Rocinante
Un día de estos voy a emplazarlo directamente. Tengo una necesidad muy grande de sentarme frente a él, frente a ese caballo que supo de tantas cuitas, de tantas angustias. Ese caballo fue grandioso, cargó sobre sí tanta vida, tantos sueños.
Era un caballo flaco, casi desnutrido, enjuto. Sin embargo tenía los bríos, la fortaleza y el ímpetu que le daba su maravilloso caballero andante, el ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha y justamente a él quisiera yo decirle tantas cosas…
Pero no me atrevo todavía, me animo a hacerlo con uno de sus compañeros de viaje, con su caballo Rocinante primero; no sé si algún día también me motive hablar con Sancho Panza, el compañero que aterrizaba a Don Quijote en la realidad todo el tiempo. Es seguro, un día de estos me decidiré a hablar con Don Rocinante. Y cuando me llene de fuerzas, hablaré con el mismísimo Don Quijote de la Mancha.
¿Qué se siente llevando el peso de tantos ideales a cuestas?
Pues miren ustedes, quisiera hablar con Rocinante para preguntarle cosas, para que me diga qué es lo que se siente cargando el peso de los ideales. Me pregunto ¿Qué se experimenta cuando el peso que cargamos es el sueño de una aventura, el trajinar de los de los deseos?
Un día de éstos no muy lejano, de verdad me decidiré a hablar con Don Rocinante, el caballo que llevó a cuestas la representación máxima de los hombres que sueñan, de las personas que luchan por sus ideales, de las personas que aman la aventura y la libertad, aunque muchos calificaron a Don Quijote como un desquiciado. Dijeron que se volvió loco por leer tantas novelas de caballería.
Me he imaginado tantas veces esta conversación…
Ciertamente me he imaginado este encuentro tantas veces y hasta he pensado tomarme una taza de café con Don Rocinante. Claro, de pronto tendré que servirle a él un plato vegetariano, con hierbas aromáticas. Hasta donde sé, en ninguna época de la historia, los caballos han tomado café.
Vean amigos, hasta he pensado en cómo vestirme para ese encuentro, si me vestiré elegante o si podré ir de forma sencilla o quizás pueda vestirme a la usanza de sus tiempos de los siglo XV o XVI.
Quisiera decirle a Don Rocinante el caballo de Don Quijote todo lo que siento, todo lo que ha representado en mi vida, porque no es justo ni para él ni para mí, que yo me quede con tantas cosas pendientes en mi corazón y en mi intelecto.
Aunque no me lo crean, él ha sido mi cómplice
Tenemos en la entrada de nuestra casa, una pintura de Don quijote y Rocinante y cada vez que voy a tomar una decisión importante, yo me le quedo viendo a ese caballo enjuto que he valorado toda mi vida por su fuerza y su valor silenciosos.
Hay que ver lo que debe significar para mi admirado Rocinante, cargar con semejante peso histórico y humanitario durante tantos siglos.
Sé que a él le gusta que yo me le quede mirando fijamente, como si le preguntara alguna cosa importante. Nunca me ha dicho nada, pero la complicidad de su mirada me dice que le gusta que lo inquiera cada vez que tengo entre manos, una decisión significativa en mi vida… Total, él me ha acompañado a muchas partes y conoce mi estilo.
Quisiera mantenerlo en secreto. Pues…
Aquí “entre nos”… Lo escribo despacio y no me atrevo a leerlo en voz alta, no vaya a ser que alguien lo comente y Don Rocinante escuche y huya despavorido porque no quiera conversar conmigo y se vaya al galope por estas tierras de Dios.
No quiero que alguien que me vea escribiendo o me escuche leyendo en voz alta esto que quiero decirle, pueda acercarse a él y contarle, decirle, denunciarme y podría lanzar al vacío todo este esfuerzo por conversar con mi caballo favorito.
Mi caballo favorito y el de la humanidad entera
Rocinante ha formado de muchas historias recreadas en la literatura, especialmente para niños y jóvenes lectores.
A fin de cuentas, es el caballo más famoso de la literatura, o al menos de la literatura española y de la literatura europea.
No olvidemos que Rocinante es el caballo del ilustrísimo hidalgo Don Quijote y sobre cuya montura, este caballero andante, embistió a los molinos de viento de la Mancha y recorrió las tierras españolas.
Fue bautizado con teste nombre por su carácter “alto, sonoro, significativo y luminoso para todos”. Rocinante es uno de los animales más carismáticos del mundo de las letras.
Cuánto me ha costado tomar la decisión de hablar con Rocinante
Cuánta torpeza. Cuánto vacío. Cuánta banalidad… Me siento como si yo no fuera yo, como si otro cuerpo y otro ser me ocuparan. ¿Por qué me ha costado tanto tomar la decisión? Creo que le escribiré una carta.
¡Eso es! Sí, le escribiré una carta y de esta forma podré explicarme mejor y lo que es más importante, quizás me atreva a nombrarlo, a decir su nombre serenamente. Veremos… Comenzaré por saludarlo… Y ¿cómo lo abordo? Cómo lo llamo ?… Bueno empezaré por donde empiezan todas las cartas…
Excelentísimo Señor Don Rocinante
Caballo noble y paciente de la Humanidad
Lugar sin límites
Presente.-
Tengo a bien dirigirme a usted, en la oportunidad de saludarlo… porque mire usted, es la primera vez que me atrevo a hacerlo, a enfrentarlo de alguna manera. Le decía Apreciado Don señor Rocinante, yo realmente lo aprecio, lo quiero, lo valoro tanto; aunque a usted y a la mayoría de la gente le parezca mentira…
¿Puedo llamarlo Querido Señor Don Rocinante?…
Me sentiría con más confianza. Usted ha formado parte de mi vida, no ha llegado de repente, me ha acompañado desde siempre, desde el sobresalto del vientre de mi madre.
Eran muy grandes mis temores
Creo que desde el momento en que me concibieron, ya empezaba yo a tenerle miedo a eso de enfrentar la vida y a eso de cargar con el peso de la lucha por los ideales, por la justicia y pare usted de contar…
Por ello decidí salir antes de tiempo del vientre de mi madre, a los siete meses, con mucho miedo y al galope describo mi nacimiento. Mi cuerpo era enjuto como el suyo y muchos pensaban que no resistiría mi permanencia en el mundo. Es decir, me parecía un poco a usted y con usted por compañía decidí ver la luz del mundo.
Todo esto me da autoridad para hablarle
Y dígame usted, querido Señor Don Rocinante, por lo que le he referido ¿no me da esto el derecho de tratarlo con confianza y amorosamente?…
Además no tengo por qué pedirle permiso para hablarle, porque usted jamás me ha pedido permiso a mí, cada vez que me mira insistente cuando entro y salgo de mi casa, desde la fotografía con la que hablo casi todos los días de mi vida.
Usted se ha instalado también en las mariposas de mi estómago que lejos de volar, galopan cada vez que debo trascender y usted aparece y me mira desde esa fotografía de la entrada de mi casa. Me mira inquiriéndome todo el tiempo y eso no es fácil.
Por estas razones me siento con la suficiente autoridad para hablarle, aunque usted relinche y se salga de la fotografía y galope por toda la casa.
No sé por qué extraña razón, pero usted Don Rocinante, siempre ha estado allí
Usted ha estado presente siempre.
No sé por qué extraña razón, pero ha estado presente en el escalofrío de mi piel helada y sin color. Usted Don Rocinante, ha reforzado mi alma asustada y llena de asombro y de preguntas todas las veces que me he planteado retos y cuando he sentido mi cuerpo repartido en pedacitos en todos los planos del universo.
Usted siempre ha estado allí, conmigo y junto a mí.
A veces no sé si es usted o es Don Quijote
Cuando pienso en su presencia y en lo mucho que lo admiro, a veces, no sé si es a usted sólo a quien valoro, o es la fusión de su figura enjuta y su bella flacura, sosteniendo sobre su lomo, al ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha.
Es por tolo lo que he dicho anteriormente. Me cuesta separar su figura física y su nobleza, del gran hombre que cabalgó tantos caminos sobre su grupa, Don Rocinante.
Admiro a la vez al hombre que cabalgó tras la justicia, que fue capaz de enamorarse de la esencia, de la belleza con la que dibujó a su Dulcinea del Toboso y que luchó contra gigantes espantosos y muy fuertes, cuando eran sólo los molinos de viento y lo admiro a usted, por cargar sobre sí, tanto peso valioso para la humanidad.
Aunque usted no lo entienda, usted me habla de la vida y de la muerte
Usted se ha paseado en mis alrededores, cuando la muerte ha tocado a mi puerta, saludándome, mostrándome sus uñas alargadas y su sombrero de ala ancha y me ha mirado fríamente, marchándose dejándome su irónica sonrisa.
Pero también, usted, Querido Don Rocinante, usted ha estado allí para recordarme que hay que seguir cabalgando y hay que seguir adelante, cargando sobre los hombros, el peso de los sueños y de la realidad.
Usted me recuerda cada vez que lo veo que la vida y la muerte cabalgan juntas y también me dice que los ideales y la realidad, de vez en cuando y de cando en vez pueden tener el mismo peso y usted sabe de ello porque los ha cargado en su regazo durante mucho tiempo.
Rocinante entre los juegos de la luz y de la sombra
Cómo no valorar su existencia, si por usted me he encontrado con los juegos de la luz y de la sombra. Cómo no rendirle un homenaje, si por usted y por los retos que me ha impuesto y le ha impuesto a mi imaginación cada vez que ve su figura flaca y desgarbada, he visto con usted tantos amaneceres y he podido descubrir el arco iris.
Usted, Señor Don Rocinante, no conforme con todo esto, algunas veces ha llenado de trascendencia mis pasos cotidianos y otras veces, me ha colmado de preguntas, convirtiendo la trascendencia en mi rutina.
Ha sido así desde siempre, por todo lo que implica la lucha eterna de cabalgar en la vida entre el bien y el mal. Por esta razón me acerca en su andar a las formas concretas y misteriosas de estar en el mundo, recorriendo los senderos más inescrutables.
Finalmente, seguiré cabalgando con usted y su caballero andante
Cabalgaré con usted, muchas veces con las manos vacías, con mi fragilidad y mi firmeza.
Otras veces cabalgaré con muchas preguntas y lo miraré en esa pintura, a la entrada de mi casa y dejaré que usted me siga con su mirada inquisitiva, como siempre.
Me expondré con usted a nuevas preguntas; me llenaré de asombro y seré parte de la brisa lo arropa en su eterno galopar, con su caballero andante a cuestas, el excelentísimo Hidalgo Don Quijote de la Mancha.
Esto va más allá del simple pero maravilloso hecho de respirar. Estamos vivos. Estamos vivos: usted, su caballero andante y yo.
Todos estamos vivos porque el temblor forma parte de nuestro ser y en ese temblor, Querido Señor Don Rocinante, usted es un personaje con un rol protagónico muy especial.
Quisiera decirle tantas cosas, mi estimadísimo señor, pero el tiempo apremia y la vida cotidiana es implacable y con muchos temores debo despedirme, no sin antes presentarle mis más profundos respetos, mi Querido Señor Don Rocinante.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
https://www.google.com/search?q=YOUTUBE+SERRAT+CUANTAS+VECES+DON+QUIJOTE…&oq=YOUTUBE&aqs=chrome.