Platero el filósofo equino

Nos damos  a la tarea de recordar en le día  de hoy a Platero, el personaje  principal de la obra que catapultó al escritor español Juan Ramón Jiménez. Hablaremos entonces  de Platero el filósofo equino.

Platero y yo

Esta historia escrita en prosa poética nos muestra momentos de verdadera empatía entre Juan Ramón y el pequeño asno.

Es un relato que nos invita a establecer una relación empática y  silenciosa

Esta relación se establece con sus personajes principales, quienes a final de cuentas, nos transmiten un sentimiento de profunda nobleza.

Complicidad entre personajes

La complicidad, que establecen el narrador y su burrito Platero, nos invita a seguir con atención cada uno de los 138 capítulos.

Estos capítulos están poblados de poesía y de una especial ternura.

Podríamos describir muchos ejemplos de los capítulos y especialmente de los episodios en los que comprobamos esta hermosa manera de acercarse estos personajes  que dan vida y título a esta historia.

Pasaríamos horas hablando sobre la empatía de los dos personajes, pero sólo nos detendremos en algunos pasajes.

¡Ese loco con su burrito! …

Hemos seleccionado el episodio que lleva por  título “El loco” porque es uno de los capítulos más conocidos y promocionados  a través de las redes y ha llegado a ser conocido por jóvenes y adultos del siglo XXI:

Vestido de luto, con mi barba nazarena y mi breve sombrero negro, debo cobrar un extraño aspecto cabalgando en la blandura gris de Platero.

Cuando, yendo a las viñas, cruzo las últimas calles, blancas de cal con sol.

Veo los chiquillos gitanos, aceitosos y peludos, fuera de los harapos verdes, rojos y amarillos.

Miro las tensas barrigas tostadas, que corren detrás de nosotros, chillando largamente:

— ¡El loco! ¡ Es El loco! ¡ Vienes el loco! …

Delante está ya el campo verde.

Frente al cielo inmenso y puro, de un incendiado añil, mis ojos

— ¡tan lejos de mis oídos!—se abren noblemente.

Recibe en su calma esa placidez sin nombre, esa serenidad armoniosa y divina que vive en el sinfín del horizonte…

Y quedan, allá lejos, por las altas eras, unos agudos gritos, velados finamente, entrecortados, jadeantes, aburridos:

— ¡El lo…co! ¡El lo…co! (Jiménez, 1914/2003: 35)

Y así nuestro Platero, el filósofo equino, va por la vida con su amo

 

Platero, el filósofo equino va por la vida con muchos rescuerdos  a cuestas, pero también  con su presente y sus contadas alegrías. Por ello vamos a traer para conocimiento de todos, algunos episodios  de esta obra marvillosa, donde Platero, el filósofo equino, nos habla de una bella amistad.

 

Amistad  (Capt XV)

Nos entendemos bien. Yo lo dejo ir a su antojo, y él me lleva siempre a donde quiero. Sabe Platero que, al llegar al pino de la Corona, me gusta acercarme a su tronco y acariciárselo, y mirar al cielo al través de su enorme y clara copa.

Sabe que me deleita la veredilla que va, entre céspedes, a la fuente vieja; que es para mí una fiesta ver el río desde la colina de los pinos, evocadora, de un paraje clásico.

Como me adormile, seguro, sobre él, mi despertar se abre siempre a uno de tales amables espectáculos. Yo trato a Platero cual si fuese un niño. Si el camino se torna fragoso y le peso un poco, me bajo para aliviarlo. Lo beso, lo engaño, lo hago rabiar…

Él comprende bien que lo quiero, y no me guarda rencor. Es tan igual a mí, que he llegado a creer que sueña mis propios sueños. ((Jiménez, 1914/2003: 52)

La  forma como está narrada esta historia con sus detalles y descripciones,  nos permite intuir lo que piensa y siente el pequeño asno. Nos acerca a la poesía del autor y a su sensibilidad.

¡Qué guapo estás hoy, Platero!     

¡Qué guapo está hoy Platero! Es lunes de Carnaval, y los niños, que se han vestido de máscara, le han puesto el aparejo moruno, todo bordado en rojo, azul, blanco y amarillo, de cargados arabescos.

Agua, sol y frío. Los redondos papelillos de colores van rodando paralelamente por la acera, al viento agudo de la tarde, y las máscaras, ateridas, hacen bolsillos de cualquier cosa para las manos azules.

Cuando hemos llegado a la plaza, unas mujeres vestidas de locas, con largas camisas blancas y guirnaldas de hojas verdes en los negros y sueltos cabellos, han cogido a Platero en medio de su corro bullanguero, y han girado alegremente en torno de él.

Platero, indeciso, yergue las orejas, alza la cabeza, y, como un alacrán cercado por el fuego, intenta, nervioso, huir por doquiera. Pero, como es tan pequeño, las locas no le temen y siguen girando, cantando y riendo a su alrededor.

Los chiquillos, viéndolo cautivo, rebuznan para que él rebuzne. Toda la plaza es ya un concierto altivo de metal amarillo, de rebuznos, de risas, de coplas, de panderetas y de almireces…

Por fin, Platero, decidido, igual que un hombre, rompe el corro y  se viene a mí trotando y llorando, caído el lujoso aparejo. Como yo, no quiere nada con el Carnaval… No servimos para estas cosas… (Jiménez, 1914:185)

Platero nos hace reflexionar  sobre la vida y la muerte

La vida y la muerte forman parte de la literatura y no están exentas de la belleza y del placer estético. Este placer lo produce el lenguaje literario, el tratamiento de los temas y en este caso, el placer lo profundiza la ternura reflejada en la fábula.

En Platero y yo, nos atrapa la humanización profunda  que Juan Ramón Jiménez imprime a este  pequeño asno, Platero, a quien trata como al mejor de sus amigos y quien da sentido a su vida.

Platero, el filósofo equino, nos conecta con la vida

Cuenta que los niños pasean encima de Platero y siempre el los asusta de manera que hiciera como que va a empezar a galopar y solo esta jugando.

Nos dice como hay una niña que adora a Platero y siempre esta pendiente de el. Nos habla del doctor, yo diría veterinario de Platero.

El narrador le cuenta todo a Platero, desde lo que hace a diario como sus más profundos sentimientos, en el libro utiliza bastante descripción acerca de todo lo que ven platero y el narrador, plasma en forma escrita todo lo que piensa y se imagina.

Presenta una descripción muy detallada acerca del paso del tiempo y de las estaciones, como se ve cuando hay tormenta y que hacen mientras pasa.

El asno sencillo, Platero, el filósofo equino, sabe  de tristezas y de dolor, de alegrías y de recuerdos.

Nos habla del carnaval y de cómo Platero y él no se hayan en el carnaval. Nos cuenta como se hacen pasar Platero y El por Reyes Magos y los niños duermen felices al verlos.

EL PRINCIPIO ES EL FIN

Vemos el primer capítulo, el de la presntación de Platero, la Elegía, así la denomina el autor.

 

LA ELEGÍA
I
PLATERO
Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo
de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son
duros cual dos escarabajos de cristal negro.
Lo dejo suelto, y se va al prado, y acaricia tibiamente con su hocico,
rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas… Lo llamo
dulcemente: “¿Platero?”, y viene a mí con un trotecillo alegre que parece que
se ríe, en no sé qué cascabeleo ideal…
Come cuanto le doy. Le gustan las naranjas mandarinas, las uvas
moscateles, todas de ámbar, los higos morados, con su cristalina gotita de
miel…
Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña…; pero fuerte y seco
como de piedra. Cuando paso, sobre él, los domingos, por las últimas callejas
del pueblo, los hombres del campo, vestidos de limpio y despaciosos, se
quedan mirándolo:
—Tiene acero…
Tiene acero. Acero y plata de luna, al mismo tiempo.

Esta descripción en el inicio de la obra literaria, ya nos habla de un personaje interesante, que  el autor carga de ternura y de sabiduría al mismo tiempo.

Referencias Bibliográficas

https://gustavomirabal.ae/
https://gustavomirabal.ch/
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