En el mundo de la imaginación todos tenemos absoluta libertad
El tío Juan era un artesano de una sensibilidad extraordinaria y de una imaginación que remontaba los más altos vuelos.
El tío Juan construía con sus manos artistas y trabajadoras grandes obras de papel; pero decía que había que disfrutarlas un rato y después se deshacía de ellas, porque lo importante para él era lo que se disfruta en el momento y lo que se guarda en el corazón.
Decía que no valía la pena llenarse de objetos que lo que hacen es acumular pesadez en el ambiente y obstáculos para moverse con comodidad. Además se sentía realizado, porque siempre afirmaba que en su mundo imaginario siempre actuaba con absoluta libertad.
Un domingo lluvioso entre papeles nos vimos
Aquel domingo, el tío Juan estaba asomado en la ventana y vio que comenzó a lloviznar y casi por arte de magia se retiró para adentro de la cas y su cara se iluminó y sus ojos brillaron con una especial vivacidad.
El tío Juan como acostumbraba hacer los domingos lluviosos, se dedicó entonces a sacar sus papeles para ponerse a construir sus figuras. Nunca supimos por qué le daba por hacer este trabajo especialmente los domingos lluviosos.
El tío Juan sacó de uno de los armarios, todas las revistas que encontró, las portadas de noticias viejas que estaban allí y de otro armario, sacó hojas de papel para reciclar y de un estante de la cocina retiró algunos de los periódicos viejos que a veces se utilizaban en la casa para limpiar los vidrios de las ventanas.
En fin, en un momento el tío Juan llenó la sala de papeles viejos para ponerse a trabajar en su arte de moldear el papel. Buscó tijeras, goma de pegar, creyones, marcadores de colores y otros utensilios para su labor.
Entre esculturas diferentes y caballos de papel
El tío Juan estaba gozando un puyero, rompiendo y rompiendo papeles, haciendo con ellos, montañas grandes y pequeñas para después construir sus obras de arte.
Él creaba barcos, muñecos futbolistas, aviones, carros, castillos, casas, edificios, pero le gustaba hacer especialmente, caballos de papel. Los hacía con distintos motivos. Hacía caballos con sus respectivos jinetes, caballos en la guerra, caballos de carruseles, caballos con niños, caballos con amazonas. ¡Uf!, con distintos colores y de diferentes tamaños… A veces se dedicaba sólo a hacer caballos de papel.
El ritual del tío Juan y de la abuela querida
El tío Juan tenía una especie de ritual. Se había acostumbrado a hacer esto, todos los domingos lluviosos. Mientras el tío Juan hacía sus esculturas de papel, la abuela, como todos los domingos cuando estaba lloviendo, nos preparaba arepitas dulces y un delicioso chocolate caliente, para que todos disfrutáramos en el calor del hogar.
Y entonces llegaron los sobrinos y…
Miguel y Gilberto, dos de los sobrinos más pequeños, estaban de visita en la casa del tío Juan. Encontraron al tío sumergido en aquel mundo de papeles sueltos, revistas, folletos, periódicos, suplementos… y llenos de curiosidad se acercaron al ver al tío Juan que estaba armando grandes esculturas de papel con cuanto papelito iba apareciendo.
Al tío Juan le gustaba mucho la lluvia
Aquel domingo lluvioso del mes de junio, el tío Juan estaba dedicado a realizar su labor, y de vez en cuando, tomándose su taza de chocolate, se asomaba por la ventana para mirar cómo bajaba el agua porque además le encantaba ver caer las gotas de agua sobre la superficie. Decía que la lluvia refrescaba las calles y le daba “un fresquito en el alma y en el corazón”. Lo hemos dicho, el tío Juan era un hombre muy sensible.
Después cuando escampaba, se regodeaba viendo la calle limpiecita y mientras tanto, pensaba en las esculturas que iba a hacer y pensaba también en que sería bueno que los sobrinos lo apoyaran en el oficio…
Aquí viene el entusiasmo y el trabajo de equipo
Una de las ocasiones en las que el tío se asomó a la ventana, fue la que aprovecharon Miguel y Gilberto para acercarse y detenerse en la obra maestra que estaba construyendo el tío Juan, con su montaña de papeles rotos y cuando regresó se pusieron a hablar con él.
- Tío, ¿qué estás haciendo?-, preguntó Miguel asombrado, frente a tantas hojas de papel y periódicos acumulados en el suelo.
- Mijo, estoy rompiendo recibos, cosas, papeles que ya no me sirven, que son nada más recuerdos. Pero yo no boto los recuerdos, los rompo para convertirlos en figuras de papel que es otra cosa.- Esto le respondió el tío mostrándoles a ambos, los diferentes montoncitos de hojas de papeles, de revistas, de periódicos que había organizado para romper.
- Tío ¿podemos ayudarte?, preguntó Gilberto muy entusiasmado
- Claro hijo. Vamos a comenzar por aquí-, dijo el tío, señalándole, el grupo de papeles de recibos.
Caballitos de papel y algo más…
- Bueno, ¿pero qué vamos a hacer? ¿Una casa, un edificio, un castillo?… preguntó de nuevo Miguel.
- Bueno… vamos a comenzar, por hacer unos caballos. Con los recibos vamos a hacer uno caballos. Tengo tiempo que no construyo caballos y vamos a hacerles su establo.
Gilberto y Miguel, se sumaron a la tarea, como quienes asisten a una fiesta; con alegría y entusiasmo; pero también, con mucha parsimonia. Creativos y laboriosos, ayudaron al tío Juan a romper papeles y a construir los caballos y se detuvieron especialmente, en la construcción del establo. Comenzaron por la montaña de recibos; continuaron con los papeles de avisos de revistas y periódicos viejos.
Después de construir los caballos y los establos, hicieron también un castillo medieval, con sus príncipes y princesas, con sus torres y con sus soldaditos y todo lo demás. Por supuesto, hicieron varios caballos para incorporarlos a toda la trama de este castillo medieval…
No podemos quedarnos sin memoria
Cuando culminaron con éstos, el tío Juan les dijo:
– Bueno Miguel, Gilberto, ahora vamos con este grupo, con la montaña de estos papeles, vamos a romperlos que son puro recuerdos…
Los niños se le quedaron mirando con dulzura, pero un poco extrañados… Sin embargo, Miguel no estaba de acuerdo con aquella acción y un tanto consternado, llamó la atención del tío Juan diciéndole:
– ¡No tío; no hagas eso!. No toques esa montaña de papeles; no los rompas. Los recuerdos no se pueden romper. No ves que si rompes los recuerdos nos quedamos sin memoria. Entonces, ¿cómo nos van a contar cuentos? ¿Cómo vamos a recordarte si acabamos con tus recuerdos y con todo lo que nos has contado y nos has enseñado?.
-Pero mijo, recuerda que te dije que no los boto, los convierto en figuras de papel. Pero aún así el tío Juan se quedó muy pensativo…
Galopando con las lecciones aprendidas
Todos nos quedamos atónitos frente a la respuesta de Miguel, un niño de diez años que hizo reaccionar al tío Juan y a todos los que estábamos alrededor.
Es verdad, no podemos acabar con los recuerdos, aunque nosotros pensamos que sí podemos ser selectivos con los recuerdos, especialmente, con los buenos recuerdos, como el recuerdo de la experiencia de estos niños con su tío Juan y esos caballos de papel, los que nunca olvidarán por todo lo que aprendieron y por lo que representan en sus vidas.
Por alguna razón el tío Juan construía caballos de papel.
Ciertamente, es muy importante conservar la memoria histórica, por múltiples razones, entre otras, porque forman parte del patrimonio cultural de los países y además, porque nos permite ver los aspectos positivos y negativos de cada momento histórico y esto podría ayudarnos a no cometer o repetir errores.
Por estas razones, no olvidemos galopar en los buenos recuerdos y tomemos en cuenta la importancia de los caballos en nuestra historia latinoamericana. Por alguna razón el tío Juan insistía en recrearlos en sus esculturas de papel.
Referencias Bibliográficas:
https://www.gustavomirabal.es/gustavo-mirabal/el-verdadero-gustavo-mirabal-castro/
https://www.gustavomirabal.es/uncategorized/gustavo-mirabal-en-el-mundo-ecuestre/
https://www.gustavomirabal.es/equitacion/el-hipismo-en-venezuela-tiene-nombres/
http://gustavomirabalcastro.online/gustavo-mirabal/venezolano-gustavo/
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Zerpa Albornoz, Isabel (2009) Abuelo, los recuerdos no se rompen, Ciudad Bolívar, Venezuela Editorial El perro y la Rana