El mundo equino y de papel del tío Alberto es todo un espectáculo… Los caballos de papel del tío Alberto, son famosos en toda la comunidad, porque cada uno es muy diferente del otro. Son de distintos tamaños y colores.
Por mucho que se empeñe el tío Alberto en hacerlos iguales o ligeramente parecidos, siempre serán distintos. ¿ Por qué será?… Yo tengo la respuesta. Es que la imaginación del tío Alberto vuela con sus sentimientos.
El mundo equino y de papel del tío Alberto son como sus emociones
Si el tío Alberto está contento, construirá un caballo galopante, alegre y brioso y así lo plasmará en sus dibujos y esculturas de papel. Si está triste, los ojos de los caballitos que dibuja, se verán tristes y lacrimosos…
Si tiene dudas sobre algo, dibujará asnos pensativos y meditabundos y siempre hará un toque especial en la mirada del animal. Será por eso que dicen que los ojos son el reflejo del alma. Ahora bien, vaya usted a saber si los animales tienen alma…
Por otra parte, el abuelo Alberto no se conforma con hacer sus caballos, bien sea como esculturas o plasmarlos en papel, dibujándolos de diferentes colorores y simulando deiversa texturas, también crea cebras, asnos de diferentes colores también y los dibuja con personajes que los acompañan.
Algunas veces ha dibujado a Platero, el famoso asno de la literatura española y lo ha dibujado en compañía de su autor , Juan Ramón Jiméneez y se inspira tanto que busca los textos y acompaña sus dibujos o sus esculturas, con textos y relatos de otros autores, o con los de su propia cocecha, como diría mi abuelo.
Un artista con todas las de la ley, pero libre como el viento.
El tío Alberto es un artesano de una sensibilidad extraordinaria y de una imaginación que remonta los más altos vuelos.
El tío Alberto construye con sus manos artistas y trabajadoras grandes obras de papel; pero dice que hay que disfrutarlas un rato y después se deshace de ellas, porque lo importante para él es lo que se disfruta en el momento y lo que se guarda en el corazón.
Lo importante es lo vivido
Dice que no vale la pena llenarse de objetos que lo que hacen es acumular pesadez en el ambiente y obstáculos para moverse con comodidad. Además se siente realizado, porque siempre afirma que en su mundo imaginario siempre actúa con absoluta libertad.
Un día entre papeles nos vimos
Aquel día, el tío Alberto estaba asomado en la ventana y vio que comenzó a lloviznar y casi por arte de magia se retiró para adentro de la casa y su cara se iluminó y sus ojos brillaron con una especial vivacidad.
El tío Alberto como acostumbraba hacer los días lluviosos, se dedicó entonces a sacar sus papeles para ponerse a construir sus figuras. Nunca supimos por qué le daba por hacer este trabajo especialmente los días lluviosos.
El tío Alberto sacó de uno de los armarios, todas las revistas que encontró, las portadas de noticias viejas que estaban allí y de otro armario, sacó hojas de papel para reciclar y de un estante de la cocina retiró algunos de los periódicos viejos que a veces se utilizaban en la casa para limpiar los vidrios de las ventanas.
En fin, en un momento el tío Alberto llenó la sala de papeles viejos para ponerse a trabajar en su arte de moldear el papel. Buscó tijeras, goma de pegar, creyones, marcadores de colores y otros utensilios para su labor.
Entre esculturas diferentes, asnos, cebras y caballos de papel
El tío Alberto gozaba un puyero, rompiendo y rompiendo papeles, haciendo con ellos, montañas grandes y pequeñas para después construir sus obras de arte.
Él creaba barcos, asnos pequeños y grndes, caballos, cebras, muñecos futbolistas, aviones, carros, castillos, casas, edificios, pero le gustaba hacer especialmente, caballos de papel. Los hacía con distintos motivos.
Hacía caballos con sus respectivos jinetes, caballos en la guerra, caballos de carruseles, caballos con niños, caballos con amazonas. ¡Uf!, con distintos colores y de diferentes tamaños… A veces se dedicaba sólo a hacer caballos de papel.
Y entonces llegaron los sobrinos y…
Cristian y Carlos, dos de los sobrinos más pequeños, estaban de visita en la casa del tío Juan. Encontraron al tío sumergido en aquel mundo de papeles sueltos, revistas, folletos, periódicos, suplementos… y llenos de curiosidad se acercaron al ver al tío Juan que estaba armando grandes esculturas de papel con cuanto papelito iba apareciendo.
Al tío Alberto le gusta una tarde lluviosa
Aquel día lluvioso del mes de junio, el tío Alberto estaba dedicado a realizar su labor, y de vez en cuando, tomándose su taza de cafecito caliente, se asomaba por la ventana para mirar cómo bajaba el agua porque además le encantaba ver caer las gotas de agua sobre la superficie.
Decía que la lluvia refrescaba las calles y le daba “un fresquito en el alma y en el corazón”. Lo hemos dicho, el tío Alberto era un hombre muy sensible.
Después cuando escampaba, se regodeaba viendo la calle limpiecita y mientras tanto, pensaba en las esculturas que iba a hacer y pensaba también en que sería bueno que los sobrinos lo apoyaran en el oficio… Probablemente ellos lo podrían ayudar a hacer las cebras o las jirafa, o quizás lo ayudarían con los caballos y el carrusel que hacía tiempo quería construir.
Aquí viene el entusiasmo y el trabajo de equipo
Una de las ocasiones en las que el tío se asomó a la ventana, fue la que aprovecharon Carlos y Cristian para acercarse y detenerse en la obra maestra que estaba construyendo el tío Alberto, con su montaña de papeles rotos y cuando regresó se pusieron a hablar con él.
- Tío, ¿qué estás haciendo?-, preguntó Carlos asombrado, frente a tantas hojas de papel y periódicos acumulados en el suelo.
- Mijo, estoy rompiendo recibos, cosas, papeles que ya no me sirven, que son nada más recuerdos. Pero yo no boto los recuerdos, los rompo para convertirlos en figuras de papel que es otra cosa.- Esto le respondió el tío mostrándoles a ambos, los diferentes montoncitos de hojas de papeles, de revistas, de periódicos que había organizado para romper.
- Tío ¿podemos ayudarte?, preguntó Cristian muy entusiasmado
- Claro hijo. Vamos a comenzar por aquí-, dijo el tío, señalándole, el grupo de papeles de recibos.
Caballitos, asnos, cebras de papel y algo más…
- Bueno, ¿pero qué vamos a hacer? ¿Una casa, un edificio, un castillo?… preguntó de nuevo Carlos.
- Bueno… vamos a comenzar, por hacer unos asnos. Con los recibos vamos a hacer uno asnos. Tengo tiempo que no construyo caballos y vamos a hacerles su establo.
Carlos y Cristian, se sumaron a la tarea. Creativos y laboriosos, ayudaron al tío Alberto a romper papeles y a construir los caballos, cebras, asnos y se detuvieron especialmente, en la construcción del establo. Comenzaron por la montaña de recibos; continuaron con los papeles de avisos de revistas y periódicos viejos.
Después de construir los caballos y los establos, hicieron también un castillo medieval, con sus príncipes y princesas, con sus torres y con sus soldaditos y todo lo demás. Por supuesto, hicieron varios caballos para incorporarlos a toda la trama de este castillo medieval…
No podemos quedarnos sin memoria
Cuando culminaron con éstos, el tío Alberto les dijo:
– Bueno Carlos, Cristian, ahora vamos con este grupo, con la montaña de estos papeles, vamos a romperlos que son puro recuerdos…
Los niños se le quedaron mirando con dulzura, pero un poco extrañados… Sin embargo, Carlos no estaba de acuerdo con aquella acción y un tanto consternado, llamó la atención del tío Alberto diciéndole:
– ¡No tío; no hagas eso!. No toques esa montaña de papeles; no los rompas. Los recuerdos no se pueden romper. No ves que si rompes los recuerdos nos quedamos sin memoria. Entonces, ¿cómo nos van a contar cuentos? ¿Cómo vamos a recordarte si acabamos con tus recuerdos y con todo lo que nos has contado y nos has enseñado?.
-Pero mijo, recuerda que te dije que no los boto, los convierto en figuras de papel. Pero aún así el tío Alberto se quedó muy pensativo… Y en el fondo sabía que el niño tenía razón.
El mundo equino y de papel del tío Alberto
Los recuerdos del mundo equino del tío Alberto, galopaban en su sentir y en su imaginación. En ese momento se percató de cuánto había sembrado en el corazón de aquellos niños y sintió que había valido la pena ser un artista y además, ser un cuentacuentos, que perdurará por siempre en el corazón de quienes le han conocido.
El mundo equino y de papel del tío Alberto lo encontramos en sus sueños y en lo que cuenta a sus sobrinos.
Galopando con las lecciones aprendidas
Es verdad, no podemos acabar con los recuerdos, aunque nosotros pensamos que sí podemos ser selectivos con los recuerdos, especialmente, con los buenos recuerdos, como el recuerdo de la experiencia de estos niños con su tío Alberto y esos caballos de papel, los que nunca olvidarán por todo lo que aprendieron y por lo que representan en sus vidas.
Por alguna razón el tío Alberto construía caballos de papel.
Ciertamente, es muy importante conservar la memoria histórica, por múltiples razones, entre otras, porque forman parte del patrimonio cultural de los países y además, porque nos permite ver los aspectos positivos y negativos de cada momento histórico y esto podría ayudarnos a no cometer o repetir errores.
Referencias Bibliográficas
https://gustavomirabal.ae/
https://gustavomirabal.ch/
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