LA DAMA CIEGA – GUSTAVO MIRABAL

 

La Dama Ciega, un preámbulo necesario

Hoy hablaremos de La Dama Ciega. Hasta el momento hemos venido conociendo diferentes  lugares  del país  en compañía  de Gustavo, la abuela Isabel Teresa y María Gabriela. Los muchachos han crecido y ya van marcando pauta en sus intereses y van desarrollando sus inquietudes como adolescentes.

Ellos seguirán viajando por todo el país y por otros  lugares  del mundo, pero ahora quisiéramos  detenernos en lo que estos adolescentes  comentan sobre sus inquietudes como futuros profesionales y sobre todo queremos resaltar  las inquietudes y los argumentos  de Gustavo para estudiar  la carrera de Derecho.

 

Una tarde de conversación

Aquel día lluvioso se quedaron en su casa, ubicada  en una urbanización del este de Caracas. Comenzaban las vacaciones y no estaban seguros  si iban a viajar  con la abuela Isabel  Teresa en esta oportunidad y pasaron todo el tiempo hablando y recordando los viajes  anteriores.

Pero Gustavo y María  Gabriela ya crecieron. Son unos adolescentes inquietos y diríamos que en cierta forma, preocupados por  el futuro.

Ya entrada la tarde, cuando merendaban,  comentaron que  ya estaban en bachillerato y avizoraban que en poco tiempo se graduarían de bachilleres. Pero mejor, vamos  a darle  la palabra  a los muchachos, que estamos  seguros  que  se expresan mejor  que  nosotros  que los vemos y escuchamos  desde fuera y probablemente, desde muy lejos…

¿Y qué haremos entonces?…

  • Bueno mientras esperamos  que pase la lluvia, no nos queda más remedio qué hablar, porque  con esta tempestad  tan fuerte, ni siquiera  me atrevo a prender el televisor porque hasta se puede quemar- decía María Gabriela muy juiciosa.
  • ¡Uy! la verdad es no podemos inventar mucho. Cada quien anda en sus cosas. Bueno, pero nadie  nos  quita los bailado, lo paseado y lo conversado – dijo Gustavo con cierta parsimonia.
  • Y a ti ¿por qué te dio por allí?
  • Bueno, lo que quiero decir  es que  aunque  no podamos viajar  en estos  días, nosotros  hemos  disfrutado mucho en otros  viajes y ahora podemos  compartir lo que hemos vivido.
  • La verdad me acuerdo de todos esos paseos y de todo lo que descubríamos y hablábamos  con la abuela Isabel Teresa.
  • ¿Qué vamos  a hacer ahora?- preguntó Gustavo mientras miraba  asustado cómo los relámpagos  se reflejaban en la sala y ya comenzaba  a anochecer.

En la biblioteca  del abuelo

  • Vamos a subir al estudio del abuelo y vamos  a buscar  en la biblioteca algún libro de esos que a él le han gustado tanto y donde él  y la abuela  sacaban historias  para contarnos.
  • Ok María Gabriela, pero con cuidado, mira que siempre ha sido muy delicado con sus cosas – respondió Gustavo muy serio.

Cuando entraron en el estudio del abuelo, Gustavo y María Gabriela se sorprendieron ante la sobriedad, la belleza y la cantidad  de libros que tenía el abuelo en su biblioteca. Obviamente tenían mucho tiempo que no entraban allí y el abuelo había remozado el estudio. Tenía un ambiente totalmente distinto y en este espacio habían unas cuantas obras  de arte.

  • ¡Qué belleza! Dijo María Gabriela, a penas entrar en el estudio
  • Qué maravilla! Replicó Gustavo inmediatamente.

 

Libros, consensos y descubrimientos

Los dos estaban estremecidos  por la majestuosidad de la biblioteca  del abuelo.

  • Mi abuelo ¿se habrá leído todos estos libros?… Se preguntaba Gustavo, rascándose la cabeza
  • A lo mejor no se los ha leído todos, pero yo diría que se ha leído unas tres cuartas partes  de la biblioteca. El abuelo es buen lector.
  • Como tú. A ti te gusta mucho leer, le dijo María Gabriela a Gustavo.
  • Y a ti también y bueno, además te gusta escribir. Contestó Gustavo echando una mirada panorámica  a toda la biblioteca.
  • Recuerdo que cuando viajábamos con la abuela, no dejabas tu diario y te la pasabas escribiendo; se te podía quedar cualquier cosa, menos tus lápices, tus libretas y tu diario – comentaba  con nostalgia Gustavo.
  • Sí, es verdad. Pero recuerdo que  tú también te llevabas  tu libreta para los viajes y también escribías  mucho y por cierto, pocos eran los lugares en los que no preguntabas por los caballos. Recuerdo que esto era una constante  en ti.
  • Sí pero ahora me interesan otras cosas, como las series de La ley y el orden, por ejemplo, o los libros de mi papá y de mi abuelo sobre derecho e historia. Creo que me animaré a estudiar para ser abogado
  • Ah, ¿sí?.. ¡Qué bien Gustavo! A mí en cambio, me está interesando la arquitectura y el diseño. De pronto, esto es lo que voy a estudiar. También me gusta mucho la literatura. Por eso no me pierdo los programas que tiene que ver con estos temas. Quién sabe… O lo mejor, estudio letras.

Hola,  distinguida Dama Ciega

Mientras conversaban, Gustavo no se cansaba de mirar y detallar todo el estudio. Se fijaba en los cuados colgados  en la pared, en los pocos accesorios colocados en los tramos  de la biblioteca, en la alfombra del salón, sumamente cuidada y pulcra, pero sobre todo, no le quitaba la vista de encima a una hermosa estatuilla que estaba colocada en el extremo  izquierdo del escritorio del  abuelo.

Estaban los dos en frente de, nada  más y nada menos, que de la Diosa de la Justicia. Estaban contemplando a la Dama Ciega. Entonces Gustavo, como poseído por un espíritu o por una fuerza sobre natural, se inclinó y con una reverencia se dirigió a la estatuilla y le dijo:

  • Hola, Señora Dama Ciega. ¿Cómo está usted’… tanto tiempo sin verla…

María Gabriela sorprendida, miraba a Gustavo como si este hubiera perdido el juicio y se echó a   reír a carcajada suelta.

  • ¿Qué te pasa Gustavo? Tú  como que te volviste loco…
  • No chica. ¡Qué va! Lo que pasa es que un día el abuelo me la presentó y me estuvo hablando de ella. Es la diosa de la justicia. Creo que desde ese día que conversé  con el abuelo, comencé  a interesarme  más  por  el derecho.
  • Pero de esto no me habías hablado nunca.
  • Bueno, uno tiene sus secretillos también. Lo que pasa es que preferí quedarme con mis reflexiones; pero ahora las comparto contigo.

 

¿Quién es la Dama Ciega?

Es la diosa de la justicia. En la mitología  griega es la diosa Themis que representa equilibrio y justicia. Suele ser representada  con la balanza y la espada, y en la mayoría de las ocasiones con los ojos vendados, con su epíteto Θεμιδα, «temida».

La Diosa Temis, la del ‘buen consejo’, era la encarnación del orden divino, las leyes y las costumbres. Temis no era colérica: ella, ‘la de preciosas mejillas’, fue la primera en ofrecer a la Diosa Hera, una copa cuando volvió al Olimpo afligida por las amenazas de Zeus.

Temis era quien presidía la  relación “correcta” entre hombre y mujer. Representaba la base de la familia legítima y ordenada, y la familia era el pilar de la sociedad. Los jueces eran a menudo llamados themistopoloi, ‘sirvientes de Temis’. Esta era la base del orden en el Olimpo también. Hera se dirigía a ella como ‘Señora Temis’.

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¿Por qué lleva una venda, la diosa de la justicia?

Desde principios del siglo XV, la Dama de la Justicia ha sido representada en diferentes  espacios con los ojos vendados. La venda en los ojos representa la fe, en que la justicia es, o debería ser impuesta objetivamente, sin miedo ni favoritismos, sin fronteras,  independientemente de la identidad, el dinero, el poder o debilidad; la justicia debe ser ciega e imparcial.

Escultura “A Justiça” em frente ao STF, Praça dos Três Poderes, Brasilia, DF, Brasil.

Referencias Bibliográficas

https://gustavomirabalcastro.online/gustavo-mirabal/venezolano-gustavo/

https://gustavomirabalcastro.online/

https://gustavomirabalcastro.online/gustavo-mirabal/lo-que-esconde-gustavo-mirabal-castro-ii/

https://www.gustavomirabal.es/gustavo-mirabal/que-esconde-gustavo-mirabal-castro/

https://es.wikipedia.org/wiki/Temis_(mitolog%C3%ADa)

https://es.wikipedia.org/wiki/Dama_de_la_Justicia